6 de enero de 2015

La Maldición de Malinche



La conquista de México


El mercado de Tlatelolco. Mural de Diego Rivera
Las armas de fuego y los caballos que usaban los hombres de Cortés atemorizaron a las primeras tribus con las que los españoles entraron en contacto. Una de ellas, la de los tlaxcaltecas -pueblo que había sido sometido por el imperio azteca y debía entregarle fuertes tributos-, se alió con las tropas invasoras. El avance de los españoles se vio favorecido por el descontento existente entre los dominados por los aztecas.
El emperador Moctezuma envió embajadores ante Cortés con obsequios de oro y plata para que desistiera de seguir avanzando. Pero esto no hizo más que aumentar la codicia de los españoles.

La llegada de Cortés en 1519 a la capital azteca, Tenochtitlán, fue pacífica. Los aborígenes los recibieron creyendo que podían ser enviados del dios Quetzalcoátl, pero Cortés tomó prisionero a Moctezuma. Poco tiempo después, la matanza de numerosos miembros de la nobleza azteca que realizaron los españoles en el Templo Mayor provocó la sublevación del pueblo, liderado por Cuauhtémoc. Los españoles fueron sitiados y Cortés obligó a Moctezuma a hablar con su pueblo para detener el ataque. Pero la lluvia de flechas y piedras que lanzaban los guerreros aztecas hirieron de muerte al propio Moctezuma y Cortés se dispuso a huir. En la llamada noche triste, los españoles que huían fueron apuñalados y sólo un pocos -entre ellos, Cortés- lograron escapar con los tesoros obtenidos.

Luego las tropas españolas se reorganizaron y, con el apoyo de los tlaxCaltecas, aplastaron sangrientamente la resistencia de los aztecas en Tenochtitlán. Una vez sometida toda la región, el rey Carlos V recompensó al conquistador con tierras y riquezas y nombró a Cortés Gobernador y Capitán General de Nueva España, como se denominó al territorio azteca. A partir de entonces, México se convirtió en uno de los centros del imperio español en América.




Malinche fue la hija de un cacique mexicano entregada a Cortés como esclava. Ella hablaba la lengua nahuatl, de los aztecas, y la maya. Entre los españoles había un sacerdote que había vivido algunos años con un pueblo de lengua maya. Malinche traducía de la lengua azteca a la maya y luego el sacerdote traducía del maya al español. la colaboración de Malinche con los conquistadores de su pueblo dio lugar a una leyenda conocida como La maldición de Malinche, popularizada en una canción mexicana actual que dice: 




Del mar los vieron llegar 
mis hermanos emplumados 
eran los hombres barbados 
de la profecía esperada. 

Se oyó la voz del monarca 
de que el Dios había llegado 
y les abrimos la puerta 
por temor a lo ignorado. 

Iban montados en bestias 
como demonios del mal 
iban con fuego en las manos 
y cubiertos de metal. 

Sólo el valor de unos cuántos 
les opuso resistencia 
y al mirar correr la sangre 
se llenaron de vergüenza. 

Porque los dioses ni comen, 
ni gozan con lo robado 
y cuando nos dimos cuenta 
ya todo estaba acabado. 

En ese error entregamos 
la grandeza del pasado 
y en ese error nos quedamos 
trescientos años esclavos. 

Se nos quedó el maleficio 
de brindar al extranjero 
nuestra fe, nuestra cultura 
nuestro pan, nuestro dinero. 

Y les seguimos cambiando 
oro por cuentas de vidrio 
y damos nuestra riqueza 
por sus espejos con brillo. 

Hoy en pleno siglo XX 
nos siguen llegando rubios 
y les abrimos la casa 
y los llamamos amigos. 

Pero si llega cansado 
un indio de andar la sierra 
lo humillamos y lo vemos 
como extraño por su tierra. 

Tú, hipócrita que te muestras 
humilde ante el extranjero 
pero te vuelves soberbio 
con tus hermanos del pueblo. 

¡Oh, Maldición de Malinche! 
¡Enfermedad del presente! 
¿Cuándo dejarás mi tierra? 
¿Cuándo harás libre a mi gente?


III Aspectos históricos y culturales durante su vida 

Durante la vida de La Malinche, ocurrieron muchos eventos significantes; no sólo para los europeos, además para los aztecas y otras culturas indígenas occidentales. Fue el “descubrimiento” de nuevas tierras por Colón en 1492 que desarrolló la serie de eventos que se llama La Conquista. El rumor del “Nuevo Mundo” causaba mucha curiosidad e intriga entre la gente europea, y por eso, ellos empezaron a explorar el Occidente. 
Durante esta época, la cultura azteca florecía. Tuvo una forma de gobierno autocrático con Moctezuma Xocoyotzin encabezándolo. La capital, México-Tenochtitlán, era una ciudad enorme, con tianguis, pirámides y edificios espectáculos, y una población de casi 300,000[1] personas. La ciudad fue rodeada por el agua de dos lagos localizados en el valle de México. Moctezuma, el noveno monarca mexica, creía ardorosamente en la profecía del retorno del dios Quetzalcóatl, que debería haber regresado en una caña, o ce acatl, en la lengua náhuatl. Esta fecha mítica cayó, por casualidad, en el mismo año que desembarcaron Cortés y sus conquistadores en Veracruz.

La Conquista de México empezó en 1519, cuando Malintzin tenía más o menos catorce años. España había establecido puertos en el Caribe unos años antes, pero no hubo explorado mucho del interior del continente. Con la llegada de Hernán Cortés a México, la faz del Occidente fue cambiado para siempre. Él y sus soldados marcharon rumbo Tenochtitlán, en una campaña bajo el propósito de conquistar todo y enriquecerse; llegaron a la ciudad el 8 de noviembre de 1519. Unos eventos destacados de la Conquista son la Matanza del Templo Mayor, la viruela, la muerte de Moctezuma, y la Noche Triste. La Conquista de México-Tenochtitlán terminó dos años después en 1521. IV Su importancia en la cultura de México

El tema de La Malinche es uno de los más polémicos de todos. Es cierto que sus acciones tuvieron un impacto profundo en la historia de México. Por la mayor parte, su personificación lleva un tono negativo. La Malinche es considerada traidora de la cultura indígena, la madre de los mestizos, y una heroína al mismo tiempo; pero su definición depende en la persona que habla de ella. Hay muchas interpretaciones diferentes que pertenecen a la Malinche. Históricamente, la Malinche representa la clave de la Conquista; pero hay muchos que consideran la Conquista una violación enorme. Recientemente, ha habido esfuerzos para rehacer su imagen, pero ha sido arduo porque casi quinientos años de maldición son difíciles de borrar.

Doña Marina ayudó a Cortés a conquistar México. Sus acciones representan a muchos el gran pecado. Conjuntamente, su nombre es sinónimo de traidor. Un malinchista es una persona que prefiere venderse por lo extranjero. Una persona puede venderse su raíz, su patria o sus morales para ser considerada malinchista. Además, la Malinche dio a luz a Martín Cortés, el hijo de Hernán Cortés. Por esa razón, es considerada la madre de los mestizos aunque hubo otras mujeres violadas durante la Conquista. Con tanto en su contra, sería terriblemente trabajoso cambiar el paradigma.

La autora, Sandra Messenger Cypess, ha notado que han sido muchos los autores que quieren cambiar la manera en que la Malinche es personificada. Cambios sociales en la segunda mitad del siglo XX han traído a luz aspectos diferentes de lo que hizo. No hay otra mujer durante la época de la Conquista que se destaque como la Malinche. Por su sabiduría, tomó una posición fundamental que ninguna otra mujer pudiera haber tomado y hay que reconocerla porque la historia no sería la misma si ella no hubiera participado.








La hazaña de ser un Mexicano

Apunta José Joaquín Blanco al hablar sobre Stendhal[1] que con la “creación de las naciones modernas apareció una idea de la que partieron muchas teorías: el carácter específico y distintivo de cada nación, que era al mismo tiempo glorificación de sí misma y menosprecio de las demás. La esencia nacional, las virtudes nacionales, la aptitud inherente o ‘vocación’ de cada país se presentaron como verdades fijas”.

México, también, creó una esencia nacional a través de postulados asumidos como definiciones de la mexicanidad, construcción que comenzó en 1900 a partir del trabajo de Ezequiel Chávez (“Ensayo sobre los rasgos distintivos de la sensibilidad como factor del carácter mexicano”, 1901. Antes de esto, el México Independiente fue un proyecto criollo) y fue apuntalada en el siglo XX post-revolucionario. Mirarnos al espejo de dicha creación es como mirar a la criatura del Doctor Frankenstein: una identidad amalgamada a partir de un choque traumático entre las culturas prehispánicas y la española. En esta línea, La increíble hazaña de ser mexicano busca no solamente sumarse a la tradición de textos como La jaula de la melancolía o El laberinto de la soledad, sino dar una prescripción: el problema del mexicano es el mexicano mismo y la solución es el abandono a todo lo que nos define:

No es exagerado afirmar que la cultura mexicana es mayormente un cáncer social. Sé que hacer esta afirmación me ganará aún más enemigos y que desagradará a los académicos –formados en la idea romántica de lo popular, como los estudios culturales, que son la extensión de Pedro Infante–, tampoco gustará al pueblo, es decir, a un fantasma patético, esa zona de nuestra falsedad que para no avanzar cada vez se rebaja más. El pueblo es hoy el enemigo número de México.

Para llegar a tal conclusión, Yépez se remonta a un momento histórico, la Conquista, cuyo impacto, de acuerdo al autor, generó una estampa en la psique del mexicano. Esta estampa está formada por elementos disímiles que no han logrado reconciliarse –Bartra lo había dicho antes: lo mexicano es fruto de la contradicción. Así, nuestra historia resulta una historia de rencores, primero a los españoles –abusivos, saqueadores–, luego a los norteamericanos –ladrones, gandallas– y por último, el PRI –todo lo anterior–. El problema, de acuerdo a Yépez, es que esta energía no se ha utilizado para generar ninguna transformación: permanece latente, pero sedada.

De esta manera, los eventos del pueblo mexicano en poco más de dos siglos han impactado seriamente su identidad, donde símbolos y eventos se mezclan en la construcción psicológica del mexicano promedio. Para iniciar su análisis, Yépez hablar la importancia del maíz en las culturas prehispánicas, símbolo, de acuerdo a sus análisis, de la transformación, la búsqueda del pasaje carne – divinidad.

En nuestra civilización –basada en el modelo bíblico–, el hombre tiene una forma definitiva, desde su creación hasta su fin, en ella el hombre permanece idéntico a sí mismo, hay en él una esencia inmutable; para el pensamiento mexicano arcaico, la forma humana era provisional, inconclusa. Su misión era alterarla.

[Me permito una digresión: el modelo del Nuevo Testamento no contempla una forma definitiva. Pedro escribe, en su segunda epístola, sobre la transformación y crecimiento del cristiano  (2ª Pedro 1:5-6). Notas similares se pueden encontrar en Pablo y en otras partes del Nuevo Testamento].

De ahí analiza mayormente el uso del lenguaje para establecer relaciones entre pensamiento y valores –ya la sociolingüística nos había enseñado que el lenguaje es un tipo de comportamiento social–, factores psicohistóricos que impactan “desde lo sexual hasta lo político”, logrando ofrecer una síntesis de nuestra problemática como pueblo:

La conjunción de fuerzas irreconciliadas: dominador y dominado, derivada de la Conquista Española
El apego al pasado y la resistencia al cambio, manifestado por el culto a la muerte (la risa como mecanismo de evasión)
La posesión de la ética perfecta del perdedor: estar jodido es bueno, la pureza está en la pobreza
Una relación insana con la madre por una falta de equilibrio entre la información masculina y femenina
El amor es la única saga que nos obsesiona, todo lo demás no importa
La ironía y la risa son mecanismos para evitar el dolor y la transformación
Lo popular ha sido santificado, anclándose al pasado como un valor deseable cuando, en realidad, representa el modelo que romper
La familia mexicana está rota, en ella viven valores como el machismo y la violencia
La historia está llena de regresiones, vinculadas a los puntos anteriores: el miedo y el apego al pasado
Hay dos puntos que generan suspicacia en cuanto a la validez de los argumentos de Yépez: la falta de rigor al citar la fuente de sus certezas –explicar, por ejemplo, el continuum ascendente que supone era el corazón de la filosofía prehispánica– y la arrogancia con la que comparte sus postulados.

Sospecho que este libro puede contener ideas, perspectivas o planteamientos que parecerán descabellados. (…) Nada de eso me importa. No estoy aquí para agradar a nadie. Estoy convencido de la certidumbre de mis planteamientos. Sé que el tiempo pondrá la razón donde la razón esté depositada.

Sin embargo, Yépez se apresura a desarticular todo tipo de crítica –incluso la mía que llega años después–: “este libro no está dirigido a un interés puramente intelectual. No habrá aquí malabares verbales ni citas eruditas” (pág. 50); “toco este tema porque el choteo a la superación personal de parte de los intelectuales mexicanos es la extensión de un rasgo típico de la cultura mexicana popular, que cree –disculpen, pero es cierto– que es imposible superarse” (pág. 51); “una futura ciencia psicohistórica plenamente desarrollada probará todas estas observaciones” (pág. 67).

Como diría Felisberto, todo esto ha sido previsto: Heriberto es un excelente polemista a quien, paradójicamente, se ha criticado por su falta de apertura a la crítica y sus arrebatos contra la “mafia literaria” del centro del país:

polemista - david miklos

No tengo idea de cómo el lector profesional Yépez se las ingenia para leer “chismes y chistes cobardes” en la evocación que hice de mi trato con Rulfo a principios de la década de los ochentas (que se lee acá) que me parece afable, emocionada y agradecida. Mas el profesor Yépez –que tenía ocho años de edad y vivía lejos– sabrá más que yo de mi propia vida, pues es “pantópico”. En todo caso, me acusa de “cobarde”: término especializado y “biosimbólico” de psicoanalista.

Guillermo Sheridan, El compló de Paz contra Rulfo (de nuevo)

En algunos escritores es difícil separar al libro del autor –”pocos escritores más activos y proteicos”, dijera de él Christopher Domínguez Michael. Yo mismo, tratando de participar en un debate al que no he sido invitado, he escrito un par de notas sobre él aquí y aquí–, lo que puede llegar a nublar la valoración del texto. Pese a las objeciones que pongamos al texto, Yépez transmite un interés sincero por construir un México mejor:

He escrito este libro para los mexicanos del futuro, aquellos que serán la alternativa porque vivirán en una época en que lo único viable será mutar.

O:

Cuando ese hombre nuevo sea alcanzado, las fuerzas del cosmos se abrirán de nuevo para nosotros. Y con esta apertura, las metas psicohistóricas del antiguo mexicano, el hombre europeo y el hombre posmoderno se verán cumplidas: nosotros seremos los otros.

Diría Eduardo Galeano que “a la patria, tarea por hacer, no vamos a levantarla con ladrillos de mierda”. Así, La increíble hazaña de ser mexicano es buen material de construcción, una lectura que obliga a mirarse en el espejo que propone Yépez. Del reflejo que veamos vendrán las acciones en las que Heriberto deposita sus esperanzas.

Colofón

Escrito en 2010, momento en que la atención nacional estaba puesta en el Centenario de la Revolución y Bicentenario de la Independencia, La increíble hazaña de ser mexicano bien amerita una posdata: el impacto –o no– de YoSoy132 y el regreso del PRI al poder son elementos que podrían deconstruirse a partir de las ideas planteadas.

Finalmente, Yépez ofrece un decálogo de como ser un nuevo mexicano el cual, en parte, puede ser leído aquí. Otra reseña interesante puede ser consultada en este link.

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 Blanco, José Joaquí; Retratos con Paisaje, Ensayos de Crítica; Universidad Autónoma de Puebla, 1979.

Nota: esta información hace referencia aun libro, la intención es informar  no hacer propaganda a nadie..



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